La intolerancia a la lactosa puede mermar la calidad de vida, pero también es cierto que no tiene consecuencias directas para la salud. Por su parte, la mala digestión de la lactosa tampoco tiene consecuencias para la salud. Sin embargo, la intolerancia a la lactosa aparente o diagnosticada es uno de los motivos para limitar o evitar el consumo de lácteos. Por tanto, la única consecuencia para la salud que entraña la intolerancia a la lactosa proviene de la posible falta de nutrientes por evitar el consumo de lácteos, como la baja ingesta de calcio. Como señala la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, la baja ingesta de calcio puede afectar al mantenimiento normal de huesos y dientes.
Para lograr la ingesta de calcio necesaria, se recomienda a las personas con mala digestión de la lactosa que tomen otros tipos de lácteos, como quesos sin lactosa o bajos en lactosa (chédar, provolone, mozzarella, Grana Padano, etc.) y yogures, que tienen bacterias vivas que favorecen la digestión de la lactosa del propio yogur. De hecho, las personas que toman yogur consiguen, en general, una ingesta de calcio mejor y una dieta más equilibrada que las personas que no lo toman. Por tanto, el yogur es un indicador de una buena alimentación.
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