La posición socioeconómica (PSE) baja se ha asociado a menudo con hábitos alimentarios menos saludables, sobrepeso y obesidad en la bibliografía. Aquí, Peggy Drouillet-Pinard y cols. señalan algunas disparidades socioeconómicas en la alimentación de una muestra representativa de niños y adolescentes franceses. Por desgracia, una PSE más baja se asocia a un menor consumo de yogur, frutas y verduras.
Los jóvenes con una PSE baja consumen menos alimentos saludables
En este estudio intervinieron 574 niños de 3 a 10 años y 881 adolescentes de 11 a 17 años. Para evaluar el vínculo entre la ingesta alimentaria y el nivel socioeconómico se utilizó registro del consumo de alimentos de 7 días y datos de la posición socioeconómica (tipo de ocupación, estudios, ingresos o bienestar de la unidad familiar). Los datos de los niños se analizaron con independencia de los datos de los adolescentes. Los resultados revelaron que tanto los niños como los adolescentes con una PSE más baja consumían una cantidad menor de ciertos alimentos o grupos de alimentos saludables, en comparación con los de una PSE más elevada: así ocurría con las frutas, las verduras y el yogur.
Se necesitan mensajes adaptados a las poblaciones con PSE concretas
En comparación con los niños de una PSE más alta, los de PSE más baja tuvieron una menor ingesta de frutas y verduras, yogures y productos de confitería y una mayor ingesta de alimentos con almidón, carne, leche, bebidas azucaradas y pizzas / sándwiches. Se observaron resultados similares en adolescentes para frutas y verduras, yogures y bebidas azucaradas. Los adolescentes también tenían una menor ingesta de pasteles / repostería y una mayor ingesta de carne procesada y postres lácteos. Ni la ingesta de energía ni la de proteínas se asoció con la PSE. Los adolescentes de una PSE más baja tomaban más carbohidratos y menos lípidos. En general, estos resultados fueron consistentes en los distintos niveles socioeconómicos, pero la diferencia fue más pronunciada dependiendo del nivel educativo del cuidador.
En este estudio se obtuvieron asociaciones fuertes entre el nivel de estudios de la familia y las preferencias alimentarias. El autor subraya la necesidad de enviar mensajes adaptados para ayudar a las familias con menor nivel educativo a adoptar hábitos alimentarios saludables.