Los desafíos medioambientales y climáticos de las últimas décadas han hecho que muchas entidades públicas y privadas afronten el problema de la pérdida y el desperdicio de alimentos [1].
Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), «el desperdicio de alimentos hace referencia a la disminución de la cantidad o la calidad de los alimentos como consecuencia de las decisiones y acciones de minoristas, proveedores de servicios de alimentación y consumidores» [2].
Alrededor de un tercio de los alimentos que se producen en todo el mundo no se consumen y acaban en la basura. En los países de la Unión Europea, ese porcentaje representa una media de 173 kg de alimentos desperdiciados per cápita al año [3].
Según la ONU, «si la pérdida y el desperdicio de alimentos fueran un país, este sería el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero. En otras palabras: el desperdicio de alimentos genera más gases de efecto invernadero que ningún país del mundo, excepto China y Estados Unidos» [4].
El desperdicio de alimentos es un fenómeno muy extendido que se produce en muchos niveles de producción de la cadena alimentaria [5]:
- durante la cosecha;
- en el procesamiento de la industria agroalimentaria;
- a escala de mayoristas, minoristas y supermercados,
- y en el eslabón de los consumidores (principalmente hogares) y proveedores de servicios de alimentación (restaurantes y servicios de catering).
Sin embargo, es importante hacer la diferencia entre la pérdida de alimentos y el auténtico desperdicio de alimentos: «La parte de alimentos que se pierde desde la cosecha hasta el nivel minorista excluido se conoce con el nombre de ‘pérdida de alimentos’. La parte que se desperdicia a nivel minorista o del consumidor se denomina ‘desperdicio de alimentos’» (FAO, 2020) [2].
¿Por qué tiramos comida los consumidores?
Según la OCDE, los hogares y los consumidores somos responsables de entre el 40 y el 60 % del desperdicio de los alimentos en Europa [1]. La mayoría de las veces, las razones para desperdiciar comida se reducen simplemente a los siguientes criterios:
- El color, la forma o el tamaño del alimento es diferente al estándar óptimo (sobre todo en el caso de frutas y verduras, que deben tener unas categorías concretas de tamaño y peso para venderlos en supermercados). Por lo tanto, ese alimento se retira durante la fase de clasificación o cuando se elige en el expositor del supermercado [6, 7].
- Está muy extendida la confusión entre la «fecha de caducidad» y la «fecha de consumo preferente». En 2018, la Comisión Europea estimó que alrededor del 10 % de los 88 millones de toneladas de alimentos que se desperdician al año en países de la UE guardan relación con las fechas que figuran en el etiquetado [7]. Como consecuencia de ello, todos los años se desperdician toneladas de comida debido a esa falta de información.
- Se compra, cocina y almacena demasiada comida. Los alimentos cocinados suelen acumularse en el frigorífico después de las comidas y para hacer sitio para otros alimentos, aunque a veces sean alimentos que todavía se pueden comer, se desechan. En torno al 20 % de los alimentos que se desperdician ni siquiera han sido retirados de su envoltorio.
Consejos para reducir el desperdicio de alimentos en casa
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Comprueba las fechas de caducidad y de consumo preferente tratando de diferenciarlas mejor
Las fechas de caducidad hacen referencia a la seguridad alimentaria, mientras que las de consumo preferente tienen que ver con la calidad del alimento. Tal vez no sea seguro consumir un alimento una vez que haya pasado su fecha de caducidad; si hablamos de alimentos muy perecederos, como el pescado o la carne, pueden causarnos alguna enfermedad [7].
En cambio, comer alimentos una vez pasada la fecha de consumo preferente sigue siendo seguro, no nos van a sentar mal, pero no se garantiza que su textura, su olor o su sabor se mantengan en sus mejores condiciones [7]. Así pues, algunos alimentos pueden consumirse sin el menor riesgo después de esta fecha.
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Conserva bien tu comida
Conservar los alimentos en condiciones adecuadas evita que la comida se estropee demasiado rápido [7]. Cuando vuelvas de la compra, puedes colocar los productos con una fecha de caducidad más próxima delante de las demás cosas del frigorífico. Lo mismo ocurre con la fruta madura: puedes ponerla en la parte superior del frutero. Guarda los plátanos, las manzanas y los tomates aparte, porque hacen que otros alimentos perecederos se estropeen con más facilidad. Además, los productos lácteos como los yogures, la leche o el queso fresco tienen que guardarse en el frigorífico; echa un vistazo también a las recomendaciones de conservación que figuran en el envoltorio del producto una vez abierto.
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Organiza los alimentos y las comidas
Se pueden organizar las comidas siguiendo el método de «lo primero en llegar, lo primero en salir». Para hacerlo, presta especial atención a las fechas de caducidad de productos y alimentos, para que los productos más perecederos no se queden abandonados en la parte menos accesible.
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Planifica las comidas
Si te haces un menú semanal, podrás ir a la compra con una lista concreta y evitar comprar cualquier cosa que te encuentres por los pasillos del supermercado. Así te aseguras de consumir todos los productos que compras.
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Congela las sobras
Puedes congelar las sobras en recipientes pequeños individuales para reutilizarlas en otra receta [2].
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No temas a la hora de consumir frutas y verduras «feas»
Que el color, la forma o el tamaño del producto no sean «perfectos» no quiere decir que tengan mal sabor. Lo habitual es que veamos productos alimentarios muy estandarizados, sobre todo si hablamos de fruta y verduras, pero los productos excluidos de esas categorías estéticas no son necesariamente peores. Cuanto menos los excluyamos de nuestras compras, mayor disposición a venderlos habrá en nuestras tiendas.
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Composta tus residuos orgánicos
Hoy en día es más fácil conseguir un cubo de compostaje individual: los hay adaptados a la vida urbana (vermicompostera), a familias de mayor o menor tamaño… ¡Encuentra el que mejor te convenga! Compostando restos de alimentos, cáscaras y pieles, que son residuos orgánicos, se puede conseguir abono que podrás utilizar enjardinería.
Además, entender las consecuencias medioambientales, económicas y sociales del desperdicio de alimentos nos ayuda a mantener la motivación para hacerlo. No tirar cosas a la basura puede costarnos algo de tiempo y energía, pero merece la pena.
Un libro de cocina para ayudar a las familias a desperdiciar menos alimentos
La Dra. Jess Haines, profesora titular en la Universidad de Guelph, en Canadá ha sido galardonada con el Premio Internacional Danone para la Alimentación de 2020 por su investigación para fomentar la alimentación saludable y sostenible en las familias.
Su equipo, en colaboración con el Guelph Food Waste Research Group, la Helderleigh Foundation y el George Brown College’s Food Innovation and Research Studio, creó el libro de cocina «Rock What You’ve Got: Recipes for preventing food waste» («Aprovecha lo que tienes: recetas para evitar el desperdicio de alimentos»).
El libro es una recopilación de muchas recetas para ayudar a las familias a aprovechar las sobras y los ingredientes que tienen en el frigorífico y que así desperdicien menos alimentos.
Puedes descargarlo gratis en el sitio web de Guelph Family Study.
Para más información:
● Propósitos para una dieta más sostenible: ¿Cómo podemos reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos? (disponible solo en inglés)
● Propósitos para una dieta más sostenible: Clasifica tus residuos alimentarios (disponible solo en inglés)
● Infografía: Dietas saludables y sostenibles: ¡de la ciencia a tu plato!